No xornal La Voz de Galicia aparecen
habitualmente uns artigos de Cristóbal Ramírez onde descobre lugares
naturais pouco coñecidos e interesantes para percorrer a pé ou en bicicleta.
Hai varios deles dedicados á comarca de Ordes. Este foi publicado o 28 de outubro
de 2023.
La ruta que ha diseñado el
concello de Ordes con el río
Mercurín como arteria vital se merecería el
sobresaliente si no fuese por la señalización. Porque el entorno es magnífico en ese
itinerario que sobre mapa dibuja un ocho. Quienes tengan tiempo
pueden hacerlo entero, y quienes no, con la primera parte les llegará,
partiendo de los alrededores del centro sociocomunitario Isabel Zendal (nombre apropiadísimo y muy justo, para recordar a
esa valiente mujer).
Por ahí entra
en un larguísimo túnel el Mercurín, al lado del primer molino rehabilitado, y la duda surge inevitable en si
arrancar dejándolo a la derecha o a la izquierda. Cosas de cada uno, pero sin
duda es mejor seguir el sentido oficialmente indicado: la primera opción.
Esos primeros cientos de metros son urbanos. No porque haya casas, sino porque están diseñados
como un paseo para los ciudadanos -por ambas riberas-, muy concurrido, bancos
aquí, farolas allá, firme de tierra prensada ancho y encintado en madera.
Metros en efecto para el paseo, ruta del colesterol para algunos, para airear a
los niños para otros y que disfruten con las patos y ocas y con las aves
metidas en una pajarera ¡y cabras!, mientras les espera un parque infantil y
aparatos biosaludables para los mayores de la familia. Todo
ello, muy grato y muy cuidado, al igual que los pequeños puentes que permiten
pasar al otro lado.
Las mesas y
bancos que se encuentran más adelante ya ofrecen otra imagen, sobre todo
sábados y domingos por la mañana: hay multitud de restos por el suelo que han
dejado los pocos incívicos que por allí pululan aprovechando, quizás, la
penumbra. Quienes viven en Ordes no se merecen eso. Llegando ahí se abre el
paisaje, aparece ante los ojos un gran prado cerrado por una arboleda espesa y
lo normal es tirar a la derecha hasta encontrar la cruz que indica que por ahí,
no. Y es que procede ir por el casi invisible sendero que discurre en un nivel
inferior por la izquierda de todo y que se aleja del río.
Y ahí adiós a
cualquier atisbo urbano y bienvenida a la naturaleza pura y dura. Adiós también
a la tierra prensada y bienvenida a un sendero mucho más estrecho. Adiós a
la ausencia de desniveles y bienvenida a una subida que va a ser muy larga: una
corredoira preciosa que hay que conservar porque es patrimonio etnográfico en
sí misma.
Empiezan los
problemas de señalización: en el siguiente cruce, a la derecha. Es cierto que
aparecen tres señales de ruta de senderismo (pintura amarilla y blanca), pero
tan alejadas que no se ven desde el cruce en sí. El excursionista, en
cualquier caso, se introduce en un paraje impoluto, impresionante, magnífico,
con una gran carballeira por la derecha y algún pino aquí y allá.
En la parte alta, eucalipto y maíz.
En el
siguiente cruce, a la izquierda y al par de metros a la derecha. Ese es otro
punto donde la señalización entra en la categoría de lo muy mejorable, porque o
se sabe por dónde ir o la pérdida resulta como mínimo probable.
Esa corredoira tiene ahora marcas del paso de
los carros, de las pocas que van quedando por Galicia adelante, y conduce a un castro cuya entrada se distingue
muy bien al igual que las murallas. Ahí, a la derecha, para ir por un camino ancho, llano con suave
descenso inicial y con mucha pendiente luego, para rematar en un molino
muy bien rehabilitado, el Muíño Novo Vilaverde.
Desde ahí, si
se deja la ruta oficial se cruza la corriente y se asciende. Una vez arriba,
por la derecha se va a la aldea de Vilaverde, y sin desviarse se llega al
sendero oficial de nuevo, para entrar en la zona de paseo. Si se escoge la
izquierda continúa la aventura.
Cristóbal Ramírez
PARA NIÑOS: No para menores de diez años.
MASCOTAS: Numerosos perros sueltos, con sus dueños, los fines
de semana.
MAPA RECOMENDADO: Instituto Geográfico
Nacional. 70-I.
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