Mentres en Europa morrían homes a milleiros
na "Gran Guerra", en España gozábase dunha relativa tranquilidade. Velaquí
a literaria crónica social dun xornalista da Gaceta de Galicia que firma como "El de los lentes" sobre un baile en Ordes o día de San Antonio
de 1915.
Era la
fiesta del gran taumaturgo de Padua. El día, aunque no muy seguro, no se
presentaba del todo malo. Unos cuantos amigos decidímonos a dejar la ciudad de
piedra y en efecto, tomando un coche de alquiler, dejamos muy pronto a nuestras
espaldas la anchurosa calle de San Roque, el barrio de la Pastoriza y,
carretera adelante, entre el tintineo de los cascabeles con que adornados
caminaban los tres rocines del flamante tiro y el rasgueo de las guitarras y el
plañido de los laúdes, llegamos en fraternal compañía a la pintoresca villa de Órdenes que extiende a lo largo de una
calle toda su pujanza y bizarría.
El agua, menuda y penetrante, aplastaba lentamente el rebelde polvo de
los caminos; pero a la vez iba depositando sobre nuestros respectivos
indumentos una levísima capa de rocío; pero ¿qué importaba? a nuestra edad no
para uno la atención en cosas de poco momento.
No bien hubimos divisado una pequeña ermita* en donde la fiesta se
celebra invariablemente el mismo día, una cara muy conocida entre los escolares
sonrionos con cierta satisfacción no exenta de cumplido: era Pepito García
Barros*, el notabilísimo panderetólogo, diestro en el baile, rápido
en la conquista, audaz, galante, dicharachero.
- Estoy harto, hartísimo de Ulpiano, de Gayo, de Próculo, de la
Instituta y del verbo amar; pero amigos de lo que no me doy nunca por
satisfecho es de admirar a mis hermosas vecinitas que valen un mundo.
Así nos habló nuestro simpático camarada que en lides amorosas da ciento
y raya al más pintado.
Nos dábamos ya a todos los diablos, renegando del punto y hora en que
hubimos de emprender nuestra aventura, cuando caímos en la piadosa tentación de
entrar en la iglesia parroquial para, de esta suerte, endulzar nuestro
fastidio. Pero ¡Oh manes venturosos! aquello fue un acierto.
Al pie del altar un sacerdote* salmodiaba unos latines enrevesados que
nuestro amable cicerone Barros atribuía a Virgilio y a Salomón. En un ángulo el
sacristán manejaba reposado y solemne balanceo un artístico incensario.
Un atiplado coro de voces femeniles entonaba un himno al santo del día;
dirigimos la vista al lugar de donde partía aquel armonioso torrente y nunca
tal hubiésemos hecho: el himno quebróse por mitad uniéndose al resto por una
cadena de risas entrecortadas, de frases rápidas, sibilantes. Aquello era
tentar a Dios y salimos.
Ya fuera esperamos el desfile de aquel haz seductor. Barros, nuestro
inseparable compañero, hizo las presentaciones con soltura y corrección.
Rubias, morenas; altas, diminutas, de todo había en aquel templo; pero entre
ellas hubiera sido difícil empresa buscar una cara de la que Dios se hubiese
olvidado: todas bellas, muy bellas y además muy simpáticas.
Barros no mentía; era verdad tanta belleza.
Encaminámonos en dirección a la fiesta; una notabilísima charanga
pasando de un vals a una muiñeira con la misma facilidad que de esta a una
polka amenizaba el baile.
Bien pronto imitamos a las aldeanas parejas y bailamos ¡vaya si
bailamos!
Aun ahora me bailan los ojos al recordar los de una rubia incomparable,
de mirada enigmática, dulce, ensoñadora ...
Cuando el sol, ocultando su áurea faz entre abigarradas nubes, corría
hacia su ocaso, custodiando a tan lindas amistades, dimos vuelta hacia el
pueblo.
El cieguezuelo mitológico hizo de las suyas; en cada corazón puso una
flecha y en alguno dos o tres.
Aproximábase la hora de la cena y dijimos adiós a tan gentiles amigas no
sin antes haber concertado un asalto para después de las diez.
El asalto celebróse en un amplio salón de la casa del Sr. notario del
partido, don José
García Álvarez*, que con marcada galantería brindó su
morada para tan agradable menester.
La señora de la casa con sus bellas hijas Carmen, Áurea y Teresa
hicieron primorosamente los honores de la misma.
Entre los concurrentes recordamos a las señoras Dª Estrella Carnota, Dª Francisca
Platas y Dª María Amor del Río.
Señoritas asistieron muchas y muy bonitas; Teresita Iglesias Romero*, ataviada con
elegante y sencilla toaleta (?), cautivaba el alma
de cuantos la admiraban (que éramos todos): de finísimas facciones, de rubia
cabellera que orlaba su rostro angelical, expresivo; sus ojos son el más
acabado complemento de su belleza; tiene esa abandonada distinción de las
princesitas del Rhin; si habla, fascina; si mira, enloquece... Piedad Carnota* es un encanto; sus ojos son de fuego; su
talle, esbeltísimo; regio, su continente. Y por el estilo, de áureos o negros
cabellos, son las otras que con su presencia dieron las más alta nota de
hermosura, gracia y finura.
A mi memoria vienen los nombres de las señoritas Pilar Astray Mato*, una rubia seductora, María Concheiro García, una angelical criatura de
catorce abriles, Carmen Pol, Milagros del Río Troche, Andrea
y Carmen Barreiro Uzal, hermanas de nuestro
distinguido amigo el joven médico D. Juan; Sara
Rivas Marzoa, Claudina Trasmonte, Isabel del Río Castro, María
Carnota Soto y Aurorita Castro.
Algunas quedan sin citar; a ellas pide el cronista benevolencia, pues es
harto difícil retener tanto nombre.
De muchachos había una buena representación, los hermanos Astray, muy
simpáticos y atentos; Juan Amigo Iglesias*, la bondad y la cortesía
personificadas; Barreiro Uzal, nuevo licenciado en medicina; Iglesias Romero,
Luis García, Augusto Carballido*, todos ellos hijos de Minerva.
José García Barros, alumno de la Facultad de Derecho, lució en un vals,
de panderas, original del renombrado compositor señor García Jiménez, sus
habilidades, adquiridas en esas clásicas estudiantinas de Compostela,
evocadoras de la joyante bohemia escolar, culta y alegre.
En una palabra; a pesar de lo improvisado de la reunión, no quedó ni un
solo detalle que llenar. Débese esto en primer término al obsequioso proceder
de los señores de García Álvarez y a las animadísimas señoritas de la
localidad. Y porqué no decirlo, también nosotros contribuimos con nuestro buen
humor al éxito de la misma.
En suma; la fiesta de San Antonio (con quien suelen estar las niñas en
muy buenas relaciones) ha resultado gratísima y tarde habremos de olvidarla.
A las cuatro de la mañana regresamos con honda pena del para nosotros
nuevo paraíso.
Por nuestra mente iban sucediéndose una a una las dulces impresiones
recibidas, mientras el auriga -de algo ha de servir la sinonimia- hacía
restallar el látigo sobre el Pinto, el Lucero y el Moreno, que cual a los suyos
Alejandro, el Cid y D. Quijote, también a sus caballos había puesto nombre
nuestro bienhadado conductor. EL DE LOS
LENTES.
* Ermida de San Antón en Guindiboo.
José García
Barros era un avogado santiagués, por certo tamén xornalista da
"Gaceta", instalado en Ordes onde foi algunha vez xuíz municipal. Morrería
8 anos despois, en 1923.
Nemesio Morgade Portela, sacerdote de Ordes desde había dous anos. José García
Álvarez, o notario, natural de Avilés, morrería 10 anos despois en 1925, o 1º
falecido (que saibamos) en accidente de tráfico en Ordes. A súa muller, Carmen del Río -de Mesía-, e a súa
filla Carmen morrerían antes, en 1918, na célebre epidemia de gripe
"española".
Teresa Iglesias Romero (1895-1978):
filla do médico Manuel Iglesias Rapela (cuñado de Antonio Concheiro
Rodríguez), dono da Casa Grande de Deixebre e de Babila Romero Astray. 3 anos
despois casou co mozo Marcial Rodríguez González, apoderado do Banco Pastor
en Carballo.
Piedad
Carnota Soto (m.1953): filla da mestra Juana Soto Menlle (doña Juanita) -que a chamaba agarimosamente Piesiña- e do procurador de tribunais José
Carnota (sobriña por tanto do xornalista Vicente Carnota).
Pilar Astray Mato: irmá do avó de
Nel Astray.
Juan Amigo Iglesias: sobriño de
Manuel Iglesias Rapela e curmán de Teresa. Foi avogado e deputado provincial.
Un dos seus netos é o coñecido ex-xogador de fútbol, Juanito.
Augusto
Carballido Pol: fillo do boticario José Mª Carballido Liñares e de Sofía Pol, irmán de Josefina e cuñado do farmacéutico
Santiago del Río, morrería 5 anos despois en 1920.
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