De 1860 a 1865 existiu unha publicación chamada "Galicia. Revista Universal de este
Reino", publicada na Coruña e dirixida polo escritor compostelán Antonio Mª de la Iglesia, afincado na
cidade herculina. No seu Nº 10 (15 de
febreiro de 1861) aparece un escrito do seu director datado o 20 de novembro de
1860 e relativo ás terras de Ordes, que fala sobre a paisaxe, os produtos do
campo ... e que, aínda que algo farragoso, é moi interesante para imaxinarnos
como podía ser a nosa comarca a mediados do século XIX.
"Mis queridos amigos: La agricultura de
Órdenes y su comarca se parece a la de nuestras
montañas ya descrita. Hay sus estivadas de trigos y con más frecuencia, en
un mismo terreno, que allá en otros tiempos, lo cual es originado por el
aumento de población y trae de suyo la falta de tojo para alimento del ganado,
para el abono y el combustible.
Se va conociendo la necesidad de arbolado y
se van viendo algunos pinares sembrados recientemente y se dan bien. El roble
vive aquí, lo mismo que el laurel y el castaño. El "vidueiro" o
"vedugo" como acá llaman, es precioso y se eleva galantemente con
sus troncos blancos que parecen pintados a propósito. Los arroyos tienen
"ameneiros" a sus márgenes. Las retamas cierran las chousas; pero
así y todo escasean mucho las leñas y maderas. Y es muy de lastimar esto
porque no hay canteras de piedra berroqueña, sino a leguas de distancia y las construcciones
se hacen con marcos de madera en las ventanas. Las canteras que hay son de pizarra,
aunque fuerte, de la que se construían firmes torres y castillos como el de
Mesía. Hay fábricas también de ladrillo y teja.
La necesidad de combustible es tan grande que
apenas crece un poco el "tojo" del monte o la "queiroa” saltan
encima con un maldito instrumento llamado "monda", que es como una
azuela con largo mango de azadón, y va rapando la montaña dejándola tan
limpia que hasta la flor de la tierra se llevan, y de aquí sacan para el hogar
y el horno y para lo que llaman "louza", que colocan en el podridero
para los abonos.
La "queiroa" o "carpazo"
es de calidad tal, que pronto florece y fructifica después de su nacimiento;
pero no así el tojo. Cuando la "monda" asesta sus golpes y se lleva
hasta las raíces, las cápsulas de la flor seca de queiroa, despiden con
abundancia sus menuditas semillas o "nebiña"; pero el tojo no, que
apenas alcanza su florecimiento, cuando la monda fatal lo arranca de cuajo, así
es que los labradores que después quieren tener tojo van a comprar su simiente
a Bergantiños y con el trigo que siembran en la estivada, la mezclan, y de
recogido el trigo, queda el tojo tan verde y lozano como los pinos.
Debido a la acción de la monda, es que estos
montes se vean casi todos ya desprovistos de tojos, siendo un vegetal que crece
más que la queiroa, por ésta ser de naturaleza bajita; pero como la necesidad
acosa, no permiten al tojo siquiera llegar a su dorada florescencia; y se aniquilan
hasta, como hemos dicho, las raíces y así desaparece del todo tan precioso
vegetal.
Causa dolor ver cómo la monda se lleva todas
cuantas plantas hay, grandes, medianas y pequeñas y aún las pequeñitas que
acaban de nacer y no sólo esto, sino las raíces de todo y la tierra misma que
la sustentaba. Sólo por una excesiva necesidad, debía permitirse semejante
instrumento que lo barre todo en los montes, como en la mar las redes
prohibidas.
Se dan hortalizas muy sabrosas y he visto
árboles pavías de poco tiempo que causan admiración y viven al desabrigo, pues
si se cuidara de arbolar convenientemente, se darían frutales tan delicados como
aquéllos o más; pero ni de frutales, ni de arbolado se cuida casi nada en
muchos sitios. Si Ordenes llegase a ser, como puede,
una villa grande, se explotaría toda esta comarca en el ramo agrícola, como
es capaz, y se tendrían productos tan estimados como vienen a venderse a las
grandes poblaciones; pero acostumbrados como estamos a ver nuestras riberas y
"mariñas", nos parece que nuestras montañas nada valen, como si
estuviesen sus poblaciones colocadas en la región de las nieves perpetuas.
Todos
las cercados de estas huertas, agros, chousas y montes podían estar sostenidos,
pues son de terrones, con "vedugos" árboles que aquí se desarrollan
con prontitud, y sólo esto seria una riqueza por las maderas y otro por el
aumento de producción debido al temple más suave que darían a la tierra.
Causarían al mismo tiempo una belleza a la vista que atraería gente sin duda en
el estío a estos parajes de aire tan regalado y sano e impresionarían en toda
estación al viajero que cruza la montaña entre Santiago y La Coruña con toda la
ilusión de los valles.
Los habitantes de Ordenes,
cabeza de partido judicial y Ayuntamiento, donde hay por precisión muy
competentes personas, serán los que impulsarán la agricultura, fomentando la
enseñanza, esmerándose con el arbolado, abriendo feria y campo a los
productos, cuidando de los paseos al lado de las carreteras que se cruzan por la
mitad del pueblo, acompañándolas de árboles y ensanchando, en fin, sus
edificios públicos y construyendo lo que falta para que en su mercado, en todo,
haya la comodidad y ornato que otras capitales de partido, en la provincia,
estarán quizá más lejos de conseguir, por hallarse más atrasadas. Con esto la
agricultura adquiriría un estímulo nuevo, y no temeré decir que el menor
elemento para lograrlo no ha de ser aquel que provenga del fomento que se de
aquí a la educación de la infancia y el premio y distinción al hombre
laborioso y emprendedor.
Hay, como en todas partes, buenas praderías
y podría haberlas mejores, no desperdiciando tantas aguas como se dejan ir por
"corredoiras" y "regatos", haciendo intransitable el paso
muy a menudo.
El impulso mejor para esto y para muchas más
cosas, sería el ferrocarril en Galicia; pero como ustedes me notician, la mira
de los especuladores se fija por hoy a la parte de Portugal. Bueno es algo;
pero así, no queda la Galicia bien atravesada, dejando a un lado y otro,
mitades iguales, esa gran arteria del camino de hierro, y si el país no se enardece,
por mucho tiempo acaso, habremos de esperar a que el capital extranjero llame a
nuestras puertas. Debía excitarse parroquia por parroquia y no dejar
paralizados los caminos vecinales, ni las carreteras ordinarias, para tener el
país convenientemente preparado el día de Ferrocarril; pero esta gente se
duerme comúnmente y se necesitaría una fuerza poderosa y desconocida hasta aquí
para despertarla. De ustedes, affmo. amigo y compañero, ANTONIO DE LA IGLESIA.
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