domingo, 21 de abril de 2024

A imaxe viaxeira en Ordes

   Nos séculos XIX e XX a Igrexa empregou as misións de propaganda católica para loitar contra o crecente laicismo e volver cristianizar ao pobo. Dan fe diso as cruces que adornan os muros de moitas igrexas.
  Nos anos 40 e 50, co Réxime a favor, estes eventos relixiosos aínda se puxeron máis de moda e congregaban gran cantidade de fieis (e non tan fieis).
  Especialmente rechamantes foron as viaxes de efixies da Virxe de Fátima, entón un culto moi moderno (a aparición tivera lugar en 1917).
  En 1955 o párroco de Laracha e misioneiro diocesano don Camilo Fontenla* levou á Cova de Iria unha imaxe da Virxe de Fátima que estivo alí depositada e que foi bendicida polo prelado daquela diocese. Esta imaxe foi traída procesionalmente por mozos de Acción Católica a Galicia. O día 23 de febreiro de 1955 chegou a Pontevedra onde tivo unha enorme recepción. Seguiron Caldas de Reis o día 24 e Pontecesures o 25, para entrar en Santiago ese mesmo día, celebrándose varios actos na catedral. Logo, o domingo 27, iniciou o último tramo da viaxe con destino final na Coruña o 6 de marzo. No camiño pasou por Ordes onde o recibimento foi espectacular como podedes ver nestes literarios artigos aparecidos nos xornais La Voz de Galicia e El Ideal Gallego o martes 1 de marzo de 1955.
 
 
[...] Después seguimos a Órdenes, en donde habíamos de hacer noche. El pueblo todo nos esperaba en la carretera a un kilómetro de la iglesia. Nada más llegar pude comprobar que el gentío era inmenso, espectacular, inconcebible. Como en otros pueblos del trayecto, parecía imposible que Órdenes tuviese tantos habitantes. Pero lo que más sobrecogió nuestro ánimo fue un vibrar de lucecitas en la noche callada: era como una sinfonía inacabada de estrellas bajas, que jugueteaba en la noche a la altura de los corazones. Pensamos enseguida en la procesión de las velas de Fátima y no nos engañábamos, porque aquellas lucecitas eran las llamas de cientos de velas, que salían a rendir a Nuestra Señora el tributo de sus llamaradas de fe.
  Cuando entramos en la iglesia, mucha gente quedó fuera en el atrio. No tenía importancia porque una potente instalación de altavoces transmitía la hora santa desde el interior del templo. Poco a poco fuimos acomodando a todos, aprovechando todos los escondrijos de la iglesia. El capellán dirigía desde el púlpito, como un mariscal de campo, colocando a su ejército. Al fin comenzó la función nocturna; eran las nueve de la noche.
  Un alto para cenar a las once y a las doce todos a la iglesia nuevamente. Parecía que había aún más gente. Don Camilo había dicho: ni los cojos, ni los que tengan sueño pueden quedar en casa, solo los enfermos. Y yo creo que no quedaron ni los enfermos.
  Toda la noche estuvo afluyendo gente. La vela de las tres de la mañana suele ser la peor en estas vigilias. Yo conté más de doscientas personas, sin sumar las largas colas que se veían junto a los confesionarios de don Camilo y del señor cura párroco.
  Y para que nada faltase, no faltó ni el más supremo esfuerzo del capellán que a las cuatro de la mañana seguía aún confesando y que no desdobló las sábanas de su cama.
  Salimos a media mañana. Nuestro destino era Sarandones. [...]
 
[...] Nos habían dicho que el recibimiento en Órdenes sería menos entusiasta por la natural idiosincrasia de la villa. Se habían equivocado nuestros informadores, porque lo ocurrido en Órdenes tuvo mucho que recordar a lo que sucede en el propio Fátima dos veces al año, en el 13 de octubre y en el 13 de mayo. Porque aquel gentío inmenso, y aquellas luminarias -diminutas como estrellas que brillaban en la noche quieta y callada como un templo-, eran un prodigio más de los muchos que va obrando la Señora a su paso. Me pareció por un momento estar presenciando la procesión de las velas en Fátima. También Órdenes hacía su fiesta de las luminarias a la Señora, mientras ardían también millares de corazones en la fe por aquella bendita Madre de los Cielos. Eran las nueve cuando íbamos hacia la iglesia. En la hermosa noche templada calla el viento y los estandartes y las flores pasan sobre las cabezas siguiendo las andas de la Virgen. Miramos hacia atrás. Las luces aumentan. Parece que el cielo estrellado de una serena noche invernal se volcó sobre la villa. El momento es de gran fervor y el panorama con sus cientos de luces, aleteando como mariposas, es ideal; y mientras las llamas semejan una monstruosa sierpe con movibles escenas de luciérnagas, suben al cielo repetidos cánticos en sentida melodía. [...]
 
* Camilo Fontenla Danza ten unha interesante biografía: naceu en Iria Flavia. Estudou para sacerdote, foi díacono en 1933 e comezou de coadxutor en San Bartolomé de Pontevedra en decembro do mesmo ano. Presentouse voluntario como capelán castrense á fronte do Guadarrama onde tivo unha destacada intervención. Logo sería profesor de Relixión na Escola Normal de Pontevedra. En 1942 marchou ao mosteiro de Oseira para facerse monxe cisterciense. En 1946 foi coadxutor de San Xoán en Santiago, posteriormente sería párroco en Laracha e en decembro de 1957 trasladaríase (definitivamente) a Palmeira en Ribeira.

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