domingo, 2 de abril de 2023

Linaxes da Coruña

   Aínda que non se refire a Ordes senón a toda a provincia da Coruña, coido que este artigo é interesante para os que lles guste e queiran iniciarse na heráldica. Está tomado do libro "Torres, pazos y linajes de la provincia de La Coruña" de Carlos Martínez Barbeito.

  Un repaso a la frecuencia y generalidad de las representaciones heráldicas de una media docena larga de históricos y aún legendarios linajes, nos llevaría a establecer el mapa genealógico-heráldico de la provincia, situando dentro del triángulo que tiene un vértice en la ciudad de La Coruña, otro cercano a Ortigueira y el tercero hacia Curtis o Sobrado, los estados de los Andrade, cuyo nombre y principales casas se hallan en Pontedeume y sus inmediaciones. Los Andrade recibieron posteriormente por enlace ventajosísimo con hija de la casa de las Mariñas, tierras sin fin en las Mariñas, Bergantiños y Mesía, y obtuvieron luego título de conde, que brilló con fugaz autonomía y bien pronto quedó preterido al entrar por matrimonio en la casa de Lemos, incorporada hoy a la de Alba. Y dejaron por toda Galicia, aunque con menos profusión que en la zona señalada, una larga y lucida descendencia que no olvidó nunca blasonar sus casas con la banda engolada de dragantes y el lema del Ave María que les distingue. El tótem de los Andrade, repetido en templos, palacios y puentes, es propio de casta recia y montaraz: un oso y un jabalí.
  Ceden los Andrade al sur de la provincia, en lo que es hoy poco más o menos  el partido de Arzúa, riberas del Tambre y del Ulla, ante otro apellido quizá no tan ilustre, pero si tan insistente y profuso en solares y blasones: los Varela, descendientes de la casa real de Aragón, que traen por armas unas varillas, una rueda, unas flores de lis y una cadena circunvalante. También ceden ante los Seixas, con sus palomas heráldicas. Y ante otro linaje aún, el de los Ulloa, que se extiende desde Monterroso a Compostela y se desparramó luego por toda España. Sus armas, quince puntos de ajedrez, los siete cargados de tres fajas.
 
 
  El centro de la provincia coruñesa corresponde a Figueroa, antiquísimo solar ligado a leyenda del Tributo de las Cien Doncellas, y cuya descendencia, muy numerosa, se desparramó por España de tal modo que las cinco hojas de higuera, sus armas parlantes, se encuentran por casi todos los castillos, palacios e iglesias de la península. Su rama más encumbrada, la de los duques de Feria, hoy, la casa de Medinaceli. El solar más antiguo y caracterizado, la torre de Figueroa que posee el marqués de este título.
  Por el país de Bergantiños, a partir de Ponteceso, y por tierras de Soneira, Nemancos y Xallas, se va viendo por aquí y allá y en todas partes en pazos, fortalezas y capillas, la cabeza de lobo sangrante de los Moscoso, otra de las razas ancestrales, cuyo representante es el conde de Altamira y cuyo solar principal es la semiderruida fortaleza de Altamira, en Brión. Los Osorio de Moscoso y la casa de Altamira acumularon en el siglo pasado más títulos que ninguna otra familia de la primera nobleza española. Ostentaron entre otros el marquesado de Astorga, de los Osorio, y el ducado de Sessa que, con el condado de Cabra, ambos de los Fernández de Córdoba, les asigna la representación primogénita de la casa del Gran Capitán. En Santiago y su tierra, los Moscoso fueron casi tan influyentes como los mismos arzobispos.
  Entre Carballo y Santiago se alzaron los solares de la que suele considerarse como la más rancia de todas estas grandes razas: los Bermúdez. Llamados a tenor de los enlaces Bermúdez de Traba, Bermúdez de Montaos o Bermúdez de Castro, mucho tienen que ver con la familia semi-real que tuvo reyes de Castilla como pupilos: la de los condes de Traba, de quienes también derivan los Andrade. La rama principal es la de los marqueses de Montaos, ahora también duques de Albuquerque. Toda esa antigua tierra está llena de su recuerdo. Blasonan los Bermúdez ajedrez de plata y gules.
 
 
  A orillas del Tambre, en el tramo final de Negreira a Noya y en toda el área circundante, que por el sur desborda el Ulla y se entra en la provincia de Pontevedra hasta Rubianes, cuyos señores, que son grandes de España, ostentan hoy la primogenitura de los Caamaño, se extiende la influencia de este nombre. De los Caamaño es el pino con las 10 lanzas, según se ve en las fachadas de casi todos los pazos de la comarca.
  La leyenda erige como mito poético el origen de los Mariño, hijos de caballero y sirenita de la mar. Enlazaron con los nobles Lobera. Sus ondas marinas de plata, sus lobos y su estrella con la sirena que lo abraza todo desde fuera, están en las piedras armeras del suroeste de la provincia, compitiendo con las de Caamaño. A los Mariño de Lobera de la línea troncal, les representa el marqués de Castelar por su marquesado de la Sierra.
 
 
  Tal es, al menos en sus líneas maestras, la geografía nobiliaria y heráldica de la provincia de La Coruña. Pero no hay lindes fijos. Todas esas razas antiguas y poderosas enlazaron reiteradamente a sus hijos y nietos y su sangre fluyó por las mismas venas. Se mezclaron las sangres y las haciendas, y aquellos patriarcas del tiempo viejo cuyo rostro apenas puede perfilarse en la distancia son hoy los abuelos de casi toda la hidalguía del país y también de la más encumbrada nobleza española.
  A su vez, las tierras de su dominio e influencia se franquearon a linajes ajenos que en ellas se establecían por la fuerza de los caudales o por la de su heredada nobleza, o atraídos por los enlaces con remotos descendientes de los primeros dueños. No existen fronteras ciertas y fijas, sino zigzagueantes y fluidas, de tal modo que se dejan penetrar de gente foránea y se desbordan hacia afuera, porque no hay quien retenga entre los dedos la caudalosa corriente de la vida que se desliza y se derrama por todas partes del universo mundo.
Carlos Martínez Barbeito

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